Revisión de una clase memorable propia.
"Justo cuando creí que me sabía todas las respuestas, me cambiaron todas las preguntas".
Caracterización.
Traté una clase de
Introducción al marketing diseñada para que los alumnos obtuvieran los
siguientes resultados:
“Conocer la función de
la mercadotécnia y sus relaciones en el entorno interno de la empresa y demostrar
apropiación de los elementos que posibiliten administrarla integralmente.
Entonces:
·
Distingue entre misión y objetivos.
·
Interpreta y ejemplifica relaciones mercadotécnicas internas y externas.
·
Reconoce los ámbitos estratégico, táctico y operativo de la mercadotécnia”.
Utilizando un enfoque didáctico “expositivo” en tanto los mantuve durante
la semana previa trabajando en bases a los materiales e instrumentos entregados
por internet (Drive y correos), haciendo una conclusión integradora en el marco
de la aplicación y descubrimiento
sobre casos concretos en la instancia presencial, con alto grado de
participación del alumnado.
No me animo a
fundamentar esto en mis competencias didácticas, sino más bien en mi
experiencia profesional (Administración de empresas) que exige de mi labor
enfrentar a cada cliente con sus propios miedos y dificultades para
desenmascarar los efectos y defectos de sus acciones empresariales antes que
estos golpeen con la dureza de un Knock out.
El alumno así, rompe su
primer barrera, el silencio, rompe su pasividad al integrarse y escala en una
dialéctica de la que generalmente nos saca el siguiente profesor o, alguno,
como en la clase referida, que pierde un transporte.
La teoría de aprendizaje aplicada es tan precaria en la clase
expuesta, que hasta permite apreciar mi enorme capital en ignorancia al decir
de Herber SPENCER.
Ninguna teoría deja más
impresión que otra, en una enrarecida mezcla que tiene que ver más con la
improvisación de un práctico que con los argumentos filosóficos de un
doctrinario. ¡Mucho que aprender aquí!
Metacognición.
Así revisado, no parece difícil
imaginar cuánto hay de oportunidades de mejora (enriquecimiento), en las capacidades didácticas de quien
suscribe y, muy particularmente en la creación de entornos didácticos de
aprendizaje provechosos y eficaces.
Sin embargo, apreciando
los aportes de MAGGIO, es evidente que si quiero actuar y aprender del entorno
académico que me involucra y asegurar así, análisis comprometido mediante, un buen
desempeño y resultado, es momento de una concienzuda reflexión.
Espejado así sobre el
entorno con su nítida imagen resultante, lo memorable de aquella clase se
diluye con el ácido de las carencias, cuando menos insuficiencias.
Advierto entonces que
sostener el andamiaje didáctico en la ocasional pregunta disparadora de un
alumno es insuficiente para integrar la diversidad de aspectos que hacen al
resultado deseado.
Que la construcción en tiempo
real, si bien presente en todas mis aplicaciones didácticas, no alcanza por si
sola si el colectivo de educandos no dispone por completo a su inteligencia con
ansiedad de saber. Y de esa carencia, cual garante, soy responsable solidario.
Referí en párrafos anteriores a la
dilución de lo memorable y no faltará quien lo interprete como una auto-flagelación.
Nada de eso y nunca más lejos.
Es que la comparación con el ideal de “Fenómenos educativos que pongan a la
humanidad a querer saber”, ridiculiza la memorabilidad de cualquier
aspiración precariamente fundada.
Pero algo de bueno me
atribuyo, y es que hago propia en cada realidad que actúo la pretensión de “que haya esperanza en la desesperanza”.
Noto que esa esperanza,
inmediatamente deja la condición de espera y/o estímulo, emerge como acción
destructora de sujetos pasivos y alienados en su comprensión e interpretación
de realidades circundantes para involucrarlos, consigo mismo y sus semejantes,
en construcciones cercanas y posibles de reconocer en su tránsito diario.
Ningún recurso escapa a
esa construcción, ni un ocasional transeúnte que se sume a la clase, ni un
improvisado pizarrón sobre una ventana que emule nuestra capacidad, individual
y colectiva, de armar soluciones con lo disponible y más, de involucrarnos siendo
parte de la solución y no del problema.
Hago un uso deslucido de
complejidades didácticas diferentes; hasta quizás un tanto caprichosa y engreída.
Sin embargo, advierto
ahora que enfoques y teorías, si con buen criterio se acompañan, pueden pulir
eso que yace tras esa capa de imprevisión ignorante de la que ya, en algún
grado, hice mención anteriormente en este manifiesto.
Todo se pone en duda en
mis cátedras y no hay verdad absoluta ni siquiera en la propia verdad. Al punto
tal de desafiar a mis semejantes presentes (alumnos), y permitirme el auto-desafío
que mine alguna vanidad y desnude la vulnerabilidad de ese sujeto un tanto
distante, elevado, a veces inalcanzable, tal cual impresiona un profesor
tradicional.
Mi clase memorable, no
lo deja ese aspecto visible. Pues entonces DUDO de tales desafío y de mi
aceptación de que haya más de una verdad. Tendré que revisar esto bajo
iluminada conciencia.
Dejé expresa mención en
la clase memorable acerca:
“ganarle a las auto-censuras al
extremo de desinhibir un número significativo de voluntades que no se habían
permitido antes superar las barreras de sus prejuicios y miedos para
incursionar en el campo de la esperada construcción colaborada”.
Es ese ejercicio una
característica clásica de mi desempeño en actividades académicas como
profesionales donde la permisividad para el diálogo y el reconocimiento del
otro se fundamenta en una primera instrucción “intolerancia a la falta de respeto” y un cartel imaginario que
pende durante el proceso sobre todos los presentes: “Bienvenidos al templo del error y la ignorancia”.
Templo en el cual es la
ignorancia y el error manifiesto o experimentado, el que abre paso para el
diálogo y la discusión desde el respeto. Está entonces aceptado el equívoco
como recurso que fundamenta un proceso dialéctico colaborado de construcción
cognitiva.
No hubo en mi clase solidaridad
que pudiera emparentarse con una construcción de ciudadanía responsable. Aspecto
en el que debo crecer. Indudablemente.
Si el aprecio y cuidado
del otro deja su impresión en la elección de espacios físicos, dentro de lo
disponible, con el mejor grado posible de habitabilidad y ambientación para un
provechoso aprendizaje.
No dejo vestigios de creatividad
en aquella clase, según el documento que con la expuse ante los miembros de
este curso (Diseño de ambientes digitales educativos).
Tampoco puedo alardear
con actitudes y aptitudes insten a la “apertura
de puertas” e “inspiren y ayuden a reconocer contradicciones”, aunque reconozco
en esto una muy buena oportunidad para mejorar.
Sobre todo, si en alguna
medida, por pequeña que sea, logro transferir algo de mi amor por la “complejidad
por el saber y del conocimiento”, por el rescate de nuestro lenguaje y, porque
no así, por la defensa de la educación y sus propósitos fundamentales.
05.04.2019 – San Rafael – Mendoza – Argentina.
Por: Mario Fabián GALLART.
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